martes, 21 de abril de 2009

Memoria y noche

José Manuel Caballero Bonald, 2005, Fundación Caballero Bonald


A sus 82 años, el poeta gaditano José Manuel Caballero Bonald vuelve a lanzar al mundo otro grito de revolución contra el tiempo en su nuevo libro: “La noche no tiene paredes” (Seix Barral, 2009), un título alegórico de la libertad. Para el poeta, la noche constituye el gran momento del día en el que nada lo detiene ni lo encierra: el único momento en que es verdaderamente libre. Y la misma noche no es más que un espíritu revolucionario que oscurece el día, que acaba con la luz de la certeza –esa que resulta tan inhumana para el poeta-, que mezcla los pasados, presentes y futuros en un mismo licor embriagador en el que nada es lo que tiene que ser. El día no es más que un escenario adormecido que comienza a despertar con las primeras estrellas: la noche constituye la verdadera vida.

Sin perder su estilo característico –cuidadosa elección léxica y oraciones largas-, Caballero Bonald se adentra en las profundidades más remotas de la mente, concediendo un lugar primordial a la memoria, los recuerdos, la rebelión contra el mismo devenir histórico o vital; a lo largo de los 103 poemas que componen su nuevo libro.

Nacido en Jerez de la Frontera en 1926, José Manuel Caballero Bonald forma parte de la llamada Generación de los 50, junto a otros autores como Ángel González, José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma o Claudio Rodríguez. Además de poesía, ha escrito numerosos artículos y ensayos, dos libros de memoria y cinco novelas, entre ellas “Dos días de setiembre” (1926), “Ágata ojo de gato” (1974) y “Toda la noche oyeron pasar pájaros” (1981). Su obra poética completa está recogida en “Somos el tiempo que nos queda” (Seix Barral, 2007). En 2005 ganó el Premio Nacional de Poesía por su obra “Manual de infractores”.




"La noche no tiene paredes", Seix Barral, 2009, Barcelona




La noche no tiene paredes



Doy la vuelta a la noche, entro
en su cámara inversa, en su hondonada
de humo, en la oquedad
contraria a la pared
del aire,
justo donde convergen
las distancias que nunca se han juntado,
las libertades más difíciles,
hasta que de improviso encuentro allí
consecutivamente el germen, la incitante
demarcación del laberinto
con su luz primordial, su punitiva
complicidad con la justicia,
esa insistencia
soberana
en la celebración de estar viviendo.



J.M. Caballero Bonald, La noche no tiene paredes


jueves, 16 de abril de 2009

"Pero tú siempre acuérdate de lo que un día yo escribí..."


José Agustín Goytisolo en 1996, archivo El País

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.



Veinte años después de escribir aquellos versos, el 20 de marzo de 1999, el poeta José Agustín Goytisolo se quitó la vida al arrojarse al vacío desde la ventana de su casa. Una triste ironía con la que culminó una existencia dedicada a luchar con el arma más débil y más poderosa a la vez: las palabras. Fue Goytisolo quien dijo aquello de “Prefiero que recuerden algunos de mis versos / y que olviden mi nombre. Los poemas son mi orgullo". Pero sus versos también son él mismo.

José Agustín Goytisolo Gay nació el 13 de abril de 1928 en Barcelona, en plena dictadura de Primo de Rivera. Fue el mayor de tres hermanos escritores en una familia burguesa y castellano-hablante; sus hermanos Juan y Luis aún viven y son muy conocidos en el panorama literario. José Agustín vivió la Guerra Civil (1936-39) siendo solo un niño, hecho que le marcaría durante el resto de su existencia, sobre todo por el bombardeo franquista que acabó con la vida de su madre en 1938. El tema materno está muy presente en su primer libro, “El retorno”, y en uno de los últimos, “Final de un adiós”, y en 1993 el autor recopiló todos estos poemas bajo el título “Elegías a Julia Gay”. El mismo nombre de su madre se lo puso a su hija, la protagonista del célebre poema “Palabras para Julia”.

Gabriel Celaya, Blas de Otero, Asunción Carandell, Carlos Barral y José Agustín Goytisolo, Archivo El País
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José Agustín perteneció a la llamada Generación de los 50 junto a otros poetas como Ángel González, José Manuel Caballero Bonald o José Ángel Valente. Su poesía se caracteriza por la sencillez semántica y el uso de la ironía y el sarcasmo para tratar asuntos amorosos o temas críticos con la dictadura franquista que imperó en España hasta 1978. Los convencionalismos se pierden y el mundo se vuelve del revés; los lobos y los piratas se hacen buenos, las brujas hermosas y los príncipes malos.

En marzo se han cumplido diez años desde su suicidio, provocado por una profunda depresión que le llevó a decir, en su último cumpleaños: "Si tuviera que volver a vivir todo lo que he vivido, preferiría no volver a vivirlo". Para conmemorarlo, se ha organizado una exposición sobre su vida y obra en el Círculo de Lectores de Barcelona y se ha llevado a cabo un congreso en la Universidad Autónoma de Barcelona dirigido por Carmen Riera y con las intervenciones de su viuda, Asunción Carandell; su hermano Luis, su hija Julia y el célebre cantautor que puso música a sus versos: Paco Ibáñez. Además, se han publicado dos libros: “Más cerca” (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), una selección de sus artículos, y la edición crítica de su “Poesía Completa” (Lumen).

Pincha aquí para leer “Palabras para Julia”, de J.A. Goytisolo







martes, 14 de abril de 2009

La Generación del 27 y la II República española


Antonio Machado, Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset y Ramón Pérez de Ayala; creadores y partícipes de la Agrupación al Servicio de la República; 1931, Fundación Ortega y Gasset.


Luis Cernuda en Burgohondo, Ávila; durante las Misiones Pedagógicas de la II República; 1932; archivo de la Residencia de Estudiantes
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Luis Cernuda con un niño de Cuéllar durante las Misiones Pedagógicas, 1933; archivo de la Residencia de Estudiantes



Federico García Lorca, junto a Rafael Alberti y Mª Teresa León, lee un manifiesto comunista en un restaurante madrileño; 1936; Fundación Federico García Lorca.


Miguel Hernández en el frente, 1937; archivo EFE


Miguel Hernández recitando ante las milicias republicanas, 1937; archivo de la Biblioteca Nacional.


Rafael Alberti en Radio Madrid, 1938; Fundación Rafael Alberti


Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre y José Bergamín (sentado) en el frente, 1936; Biblioteca virtual Miguel de Cervantes


Mitin de Rafael Alberti en 1936; Fundación Rafael Alberti


Primera edición de "Viento del pueblo" de Miguel Hernández, 1937
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Nº 7 (8 de octubre de 1936) de "El Mono Azul", revista dirigida por Rafael Alberti
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Cartel del film "Espoir. Sierra de Teruel"(1938), de André Malraux. En el film actúa Serafín Fernández Ferro, perteneciente a la Generación del 27


Dibujo de Alberti para las antiguas Brigadas Internacionales, 1996, Fundación Rafael Alberti: "Esta paloma de la Paz para los valientes Brigadas Internacionales"

sábado, 4 de abril de 2009

Escribir en la España del s.XIX

Retrato de Mariano José de Larra por Gutiérrez de la Vega, 1837


Si nuestra antigua literatura fue en nuestro Siglo de Oro más brillante que sólida, si murió después a manos de la intolerancia religiosa y de la tiranía política, si no pudo renacer sino en andadores franceses, y si se vio atajado por las desgracias de la patria ese mismo impulso extraño, esperemos que dentro de poco podamos echar los cimientos de una literatura nueva, expresión de la sociedad nueva que componemos, toda de verdad, como de verdad es nuestra sociedad, sin más reglas que esa verdad misma, sin más maestro que la naturaleza, joven, en fin, como la España que constituimos. Libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí la divisa de la época, he aquí la nuestra, he aquí la medida con que mediremos; en nuestros juicios críticos preguntaremos a un libro: ¿Nos enseñas algo? ¿Nos eres la expresión del progreso humano? ¿Nos eres útil? Pues eres bueno. No reconocemos magisterio literario en ningún país; menos en ningún hombre, menos en ninguna época, porque el gusto es relativo; no reconocemos una escuela exclusivamente buena, porque no hay ninguna absolutamente mala. Ni se crea que asignamos al que quiera seguirnos una tarea más fácil, no. Le instamos al estudio, al conocimiento del hombre; no le bastará como al clásico abrir a Horacio y a Boileau y despreciar a Lope o a Shakespeare; no le será suficiente, como al romántico, colocarse en las banderas de Víctor Hugo y encerrar las reglas con Molière y con Moratín; no, porque en nuestra librería campeará el Ariosto al lado de Virgilio, Racine al lado de Calderón, Molière al lado de Lope; a la par, en una palabra, Shakespeare, Schiller, Goethe, Byron, Víctor Hugo y Corneille, Voltaire, Chateaubriand y Lamartine. […]


Mariano José de Larra, “Literatura. Rápida ojeada sobre la historia e índole de la nuestra. Su estado actual. Su porvenir.” El Español, 18 de enero de 1836.



He aquí la acertada visión sobre la literatura española en pleno siglo XIX de uno de los literatos españoles más célebres. Este texto está extraído de uno de sus famosos “Artículos”, que constituyen uno de los documentos periodísticos más importantes de la historia de España. Algunos, para escapar de la censura, aparecían bajo pseudónimos como Fígaro o El pobrecito hablador. Larra quería cambiar España, hacer de ella un país progresista, pero sus deseos chocaban con la realidad que captaba en sus “Artículos”. Él fue quien escribió aquello de Escribir en España es llorar, que mucho más tarde Luis Cernuda reforzaría con su frase Escribir en España no es llorar, es morir. A la muerte precisamente le llevó a Larra su frustración existencial: una muerte prematura –antes de cumplir los 28. Instantes después de que le dejara su amante, Dolores Armijo, resonó un disparo en el piso de la madrileña calle de Sta. Clara, nº 3: el genial escritor se acababa de suicidar.

Este año se conmemora el bicentenario del nacimiento de Mariano José de Larra (1809-1837) con una biografía escrita por un descendiente, Jesús Miranda de Larra; y una serie de conferencias a nivel nacional.


"Larra, biografía de un hombre desesperado",
Jesús Miranda de Larra, Ed. Aguilar

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