martes, 1 de febrero de 2011

Surrealismo lorquiano


Con Caballero Bonald en la Residencia de Estudiantes


El pasado martes 23 de enero, tuve ocasión de asistir a una conferencia impartida por el poeta José Manuel Caballero Bonald en la Residencia de Estudiantes de Madrid sobre Federico García Lorca: “Federico García Lorca: recreación de la palabra”.

Con su habitual genialidad y lucidez –asombrosa, por otra parte, para su edad-, el maestro de la Generación de los 50 nos deleitó con una brillante reflexión sobre las etapas de la poesía lorquiana, tan distintas y a la vez tan conectadas entre sí. Planteó la lírica popular andaluza como un telón de fondo que se mantiene desde el primer Lorca de Libro de Poemas, Canciones o Romancero Gitano, hasta el Lorca cuasi surrealista de Poeta en Nueva York y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.

Caballero Bonald en el ciclo Maestros x Maestros de la Residencia

Esa lírica popular es precisamente la que le impide considerar sus obras más surrealistas como auténticamente surrealistas. Caballero Bonald señaló que en Poeta en Nueva York, a pesar de tender Lorca hacia un surrealismo puro, en determinados momentos de la obra no puede evitar un giro hacia sus orígenes, e introducir imágenes que, para el movimiento surrealista, podrían ser “demasiado sentimentales”. Caballero Bonald destacó el Llanto por tratarse de la obra en la que Federico combina con mayor soltura sus dos caras poéticas. Veamos, por ejemplo, el contraste entre estas dos estrofas de Alma ausente:

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

"El beso", dibujo surrealista de FGL

Lorca siempre se negó a cualquier tipo de adoctrinamiento. En política –a pesar de sus ideas progresistas e izquierdistas- no estuvo afiliado a ningún partido –él decía considerarse del partido de los pobres-; en literatura, nunca quiso encuadrarse en ninguna vanguardia, a pesar de que Guillermo de Torre y otros autores intentaron conducirle por la senda del ultraísmo, en sus tiempos de Residencia. Tal vez quien más consiguió a este respecto fue Salvador Dalí, su íntimo amigo y amor platónico, que por aquellos tiempos comenzaba a unirse al movimiento surrealista y a despreciar todo lo que pudiera considerarse mínimamente sentimental o caduco. Eran los tiempos de los putrefactos y del odio acérrimo al melancólico y blando Platero de JRJ. Federico quedó contagiado en parte de este espíritu, pero sin rebajarse a él y siguiendo siempre su propio camino, como queda demostrado en sus obras a partir de 1929.

Residencia de Estudiantes de Madrid

Podemos hablar, por tanto, de un surrealismo lorquiano, separado del movimiento surrealista más oficial, con características propias y especiales. Una creación del genial autor granadino. Y yo no puedo evitar hacerme la misma pregunta que planteó Caballero Bonald para finalizar su conferencia en la Residencia: ¿si Lorca evolucionó de una forma tan increíble en veinte años, qué nos hubiera deparado su madurez poética si no hubiese sido asesinado en aquel terrible julio del 36?

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