sábado, 4 de abril de 2009

Escribir en la España del s.XIX

Retrato de Mariano José de Larra por Gutiérrez de la Vega, 1837


Si nuestra antigua literatura fue en nuestro Siglo de Oro más brillante que sólida, si murió después a manos de la intolerancia religiosa y de la tiranía política, si no pudo renacer sino en andadores franceses, y si se vio atajado por las desgracias de la patria ese mismo impulso extraño, esperemos que dentro de poco podamos echar los cimientos de una literatura nueva, expresión de la sociedad nueva que componemos, toda de verdad, como de verdad es nuestra sociedad, sin más reglas que esa verdad misma, sin más maestro que la naturaleza, joven, en fin, como la España que constituimos. Libertad en literatura, como en las artes, como en la industria, como en el comercio, como en la conciencia. He aquí la divisa de la época, he aquí la nuestra, he aquí la medida con que mediremos; en nuestros juicios críticos preguntaremos a un libro: ¿Nos enseñas algo? ¿Nos eres la expresión del progreso humano? ¿Nos eres útil? Pues eres bueno. No reconocemos magisterio literario en ningún país; menos en ningún hombre, menos en ninguna época, porque el gusto es relativo; no reconocemos una escuela exclusivamente buena, porque no hay ninguna absolutamente mala. Ni se crea que asignamos al que quiera seguirnos una tarea más fácil, no. Le instamos al estudio, al conocimiento del hombre; no le bastará como al clásico abrir a Horacio y a Boileau y despreciar a Lope o a Shakespeare; no le será suficiente, como al romántico, colocarse en las banderas de Víctor Hugo y encerrar las reglas con Molière y con Moratín; no, porque en nuestra librería campeará el Ariosto al lado de Virgilio, Racine al lado de Calderón, Molière al lado de Lope; a la par, en una palabra, Shakespeare, Schiller, Goethe, Byron, Víctor Hugo y Corneille, Voltaire, Chateaubriand y Lamartine. […]


Mariano José de Larra, “Literatura. Rápida ojeada sobre la historia e índole de la nuestra. Su estado actual. Su porvenir.” El Español, 18 de enero de 1836.



He aquí la acertada visión sobre la literatura española en pleno siglo XIX de uno de los literatos españoles más célebres. Este texto está extraído de uno de sus famosos “Artículos”, que constituyen uno de los documentos periodísticos más importantes de la historia de España. Algunos, para escapar de la censura, aparecían bajo pseudónimos como Fígaro o El pobrecito hablador. Larra quería cambiar España, hacer de ella un país progresista, pero sus deseos chocaban con la realidad que captaba en sus “Artículos”. Él fue quien escribió aquello de Escribir en España es llorar, que mucho más tarde Luis Cernuda reforzaría con su frase Escribir en España no es llorar, es morir. A la muerte precisamente le llevó a Larra su frustración existencial: una muerte prematura –antes de cumplir los 28. Instantes después de que le dejara su amante, Dolores Armijo, resonó un disparo en el piso de la madrileña calle de Sta. Clara, nº 3: el genial escritor se acababa de suicidar.

Este año se conmemora el bicentenario del nacimiento de Mariano José de Larra (1809-1837) con una biografía escrita por un descendiente, Jesús Miranda de Larra; y una serie de conferencias a nivel nacional.


"Larra, biografía de un hombre desesperado",
Jesús Miranda de Larra, Ed. Aguilar

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