jueves, 25 de febrero de 2010

Pero que todos sepan que no ha muerto

.Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos.
¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! «¡Aquí yace la esperanza!»

Mariano José de Larra


Él conocía que todo estaba muerto

en mí, que yo era un muerto
andando entre los muertos.

Luis Cernuda


Mariano José de Larra, por Gutiérrez de la Vega




El pesimismo siempre fue inherente a Mariano José de Larra. Él fue quien dijo aquello de “Escribir en España es llorar”, que años más tarde Luis Cernuda reforzaría con su verso “Escribir en España no es llorar, es morir”, en aquel célebre poema en el que le regala unas violetas. Morir. Cabe preguntarse en qué momento murió Larra, si acaso no lo hizo antes, mucho antes de disparar aquel arma que lo trasladó a la cumbre de todas las leyendas del romanticismo. Si acaso no estaba ya muerto mientras paseaba por aquel lóbrego cementerio que era la ciudad de Madrid –esa ciudad de más de un millón de cadáveres-, en el que hasta la esperanza, luz efímera apenas entrevista, encontró un sepulcro en su propio corazón.

Larra no murió el 13 de febrero de 1837; empezó a morir desde el instante inconcreto en que fue consciente de la profunda parálisis que envolvía su sociedad, esa sociedad a la que nunca se sintió pertenecer. Y aun estando muerto, libró una cruenta batalla contra la realidad, contra el silencio, contra la terrible censura de la época. El Duende Satírico, El Pobrecito Hablador, Fígaro: sentenciosos fantasmas que esgrimían incesantemente su largo y furioso lamento. Con brillantez, inteligencia e ironía; Larra criticó el absolutismo, el miedo, la pereza, la apatía, las tradiciones caducas, el lamentable desinterés por la cultura; y lo hizo mezclando dos mundos que confluyen más de lo que habitualmente imaginamos: el periodismo y la literatura.

Doscientos años más tarde de su nacimiento, una exposición en la Biblioteca Nacional de Madrid recuerda no solo su obra, sino también al hombre que había tras ella y que se atrevió a luchar contra el silencio. Cartas, cuadros, trajes, enseres personales; detalles que uno a uno configuran su persona, que nos trasladan a otra época, que nos hacen preguntarnos si realmente sus palabras podrán pasar de moda alguna vez. Después de todo, y a pesar de que, afortunadamente, la democracia ha llegado a nuestra sociedad, una no puede dejar de presentir una leve, casi imperceptible ausencia de algo inconcreto. Una apatía incierta que domina el mundo, que lo frivoliza, que nos hace sentirnos extranjeros en nuestra propia tierra si queremos sentir algo más profundo que la mera existencia. La diferencia es que ya no contamos con un Fígaro que nos inste a tener curiosidad por aprender, a interesarnos por la cultura o a ser más honestos. Solo nos queda su recuerdo y su voz rebelándose desde el fondo de los libros.

Tal vez Larra no renunciara aquel 13 de febrero a la vida, sino precisamente a la muerte: a la muerte que le aguardaba en cada una de las esquinas de su atormentada existencia, de su inevitable exilio interior, de la impotencia que suponía vivir en un país sonámbulo sin conseguir despertarlo. Simplemente, descubrió que ya no quería seguir viviendo en aquella muerte. Fue su última queja, su última crítica a un mundo sórdido y terrible. Y España entera guardó luto por uno de los más grandes escritores, periodistas y críticos que ha tenido nuestro país. Pero el olvido ya jamás lo envolvería en sus oscuras aguas, porque fue entonces cuando nació la leyenda. Finalizo con unos versos de Lorca que, a mi modo de ver, reflejan lo que pudo pasar por la cabeza de aquel genio segundos antes de disparar la pistola:

Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto.

Federico García Lorca



RECURSOS:




1 comentario:

Tropiezos y trapecios dijo...

Siempre sentí un afecto extremo por Larra, como bien dices, murió un gran escritor, un gran periodista y una de las personas que más sonrisas me ha arrancado con sus "Artículos" :) Era un gran satírico de la vida. En las clases de Literatura se dice que fue prácticamente el último romántico, por esa aura amarga que le envolvió siempre...incluso he escuchado que realmente se suicidó delante de un espejo, para verse en los últimos instantes de su muerte...leyenda o ficción, comparto completamente contigo el gusto por este escritor :)
Un beso enorme guapisima!!!
Favole

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